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QUIERO VOLVER A DONDE NO PENSÉ. ALMATY, KAZAJITÁN
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QUIERO VOLVER A DONDE NO PENSÉ. ALMATY, KAZAJITÁN

Cuando me invitaron a conocer Kazajistán ni siquiera sabía dónde estaba. Tuve que buscarlo en el mapa donde, por cierto, pude observar que es enormemente extenso. De hecho, es el estado más grande del mundo sin salida al océano.

Me sonó a una de esas regiones acabadas en “-stan”, que sin saber por qué, mi mente ligaba con “conflicto político”. Volví a sentirme ignorante, lo que me despertó unas ganas enormes de descubrir el país cuyo nombre significa “Alma Libre”. Eso va mucho conmigo. Cuando regresé de este viaje me di cuenta de lo equivocada que estaba.

Ni la más mínima sospecha de que iba a visitar el lugar del que provienen las manzanas. Allí, en el sureste de Kazajistán está la región y ciudad llamada Almaty que significa “Abuelo de las Manzanas”. Fue capital hasta hace 23 años, pero esa capitalidad se la quitaron en favor de Astaná ubicada mucho más al norte: Una metrópolis muy moderna y ostentosa cual oasis en medio de un desierto de estepa, construida a golpe de talonario, con el objetivo de convertirla en el epicentro de Asia Central, y que actualmente, ostenta el título de la capital más joven del mundo. A pesar de eso, Almaty City sigue siendo el corazón económico, comercial y cultural de Kazajistán. Es joven, segura, dinámica y vital.

No se me pasó por la cabeza que fuera el territorio donde se domesticaron por primera vez los caballos. Si vas en carretera por sus inmensas llanuras de estepa, los ves correr libres y salvajes en paralelo a ti hasta tener que detenerte, para que majestuosamente se crucen en tu camino.

Nunca pensé pasar la noche en Saty Village, junto a personas desconocidas de Francia, Dubay, Egipto, México o India alrededor de una hoguera, bebiendo vodka con la luna llena sobre nosotros, en el exterior de una Yurta típica de los antepasados nómadas de este país. Cuando estás en el interior de semejante casa te parece imposible que entre 4 personas tarden 2 horas en montarla o desmontarla.

Yurta nómada

No me figuraba que un día al amanecer, con una tasa de té caliente entre mis manos, me sintiera Heidi en la puerta de un albergue rural observando cómo me rodeaban las hermosas montañas verdes con sus picos nevados.

No imaginé que vería un bosque literalmente hundido en una laguna de color turquesa donde sobresalen firmes unos troncos blancos sumergidos en el agua helada hace más de 100 años. El Kaindy Lake es una muestra de los imprevisibles paisajes que existen en este planeta.

Lago Kaindy

No se me ocurrió que me grabarían en un video de recuerdo para dos jóvenes rusos recién casados que se fotografiaban a la orilla del lago más bonitos que he visto en mi vida. Kolsay Lakes son tres grandes lagunas de origen glaciar y conectadas entre si, pero a diferentes desniveles en los que te apetece parar el tiempo para contemplarlos en buena compañía.

Lago Kolsay

No me hice a la idea de que iba a pasear por las entrañas del hermano pequeño del Gran Cañon de EEUU: El Cañon Charyn con 135 km de largo y 300 metros de profundidad y yo ahí, tan chiquitita. Me sentí enorme.

No creí que cenaría en un lujoso restaurante-museo seducida por la melodía celestial que hacía sonar una hermosa mujer desde unos pequeños instrumentos con tan solo dos cuerdas hechas de nervio animal. El Dombra y el Kobyz son los dos instrumentos más famosos de su música nacional, de la que se sienten tan orgullosos los kazajos. La gran mayoría de sus calles tienen nombres relacionados con la música y además cuentan con un llamativo Museo Nacional de Instrumentos Musicales en el que albergan más de 60 ejemplares. Da gusto ver como preservan los auténticos tesoros de su pasado.

Cómo iba a adivinar yo que los miembros de una familia de Uyghurs, una de las más de 125 nacionalidades que habitan en este país multiracial, me elaborarían en directo los fideos de un sabroso plato que Lagman. Muy parecidos a lo que conocemos como “noodles” pero auténticamente frescos.

Ni por asomo que me descalzaría para entrar en la casa de una familia local y en ella, degustar con las manos carne de caballo sobre una base de pasta y verdura en su receta más popular llamada Beshbarmak que significa “cinco dedos”. ¿Entiendes por qué?

BAURSAK. Consiste en una masa frita en forma de esfera o triangular que acompaña en la mesa en casi todas las comidas. Una especie de pan con la textura de un dónut.

Nada hacía presagiar que bebería leche fermentada de yegua (Cumis) o de camella (shubat) en un amplio y luminoso mercado: el Green Bazaar.  O que, en un poblado etnográfico muy nómada, por ser invitada de honor, según el ritual del koy-bash un joven kazajo me serviría enterita la cabeza de una oveja totalmente guisada con la mejor de mis sonrisas. ¿Quién me iba a decir a mí que degustaría parte de la mejilla?. ¡De la oveja!

Almaty es una localidad que desprende la mezcla un pasado soviético con modernidad salpicado de vegetación, de parques y jardines. Con terrazas, muchas terrazas. Amplias y abiertas terrazas en cada cafetería o restaurante. A seis grados de temperatura me parecía contar más terrazas por metro cuadrado que las que veo a diario donde tenemos veinte grados de media en invierno. Y todas con mucha gente amable, hospitalaria, extrovertida y de muchas razas y etnias que te hacen sentir que el mundo ha abierto sus puertas y se han eliminado las fronteras. Rasgos orientales y a la vez rubios con ojos claros evidencian el gran mestizaje del país de los nómadas modernos.

Qué ingenuidad la mía por no ser consciente de que entraría en el segundo edificio más grande del mundo construido hace más de 113 años, hecho tan solo de madera y ¡sin un solo clavo!: La Catedral del Ascensión. Esta catedral ortodoxa rusa ubicada en medio del Parque Pantfilov es una auténtica joya. Muy atractiva además por sus vivos colores.

Cómo iba a suponer que me tomaría una copa de cava en lo alto de la estación de esquí de Shymbulak desde donde divisaba la ciudad de la que había salido hacía 15 minutos.

Brindando por la vida desde la estación de esquí de Shymbulak. Al fondo, Almaty.

Cuando me invitaron a conocer Almaty City no presumí tampoco que la avistaría esa misma noche con muchísimas luces, como si de una decoración navideña se tratase pero en pleno septiembre. Y que esa panorámica la tendría desde la colina Kok Tobe a la que subí en teleférico desde el mismo centro. Aluciné al llegar a la cima cuando vi frente a mi, una casa construida exactamente al revés, con el techo en suelo y el suelo por techo. Allí, en lo alto de la loma, una canción de los Beatles era el hilo musical del paseo que recorre una feria, un zoo, un mercadillo y un monumento homenaje al grupo británico. Todo eso conjugaba el lugar perfecto para un atardecer mágico en familia o en pareja.

Almaty es diversidad en todos los sentidos y una aventura por descubrir si te gusta la naturaleza, la modernidad, la cultura, la historia, los paisajes, y en definitiva lo desconocido.

Kazajistán es un país multicultural donde pasado y presente se conjugan creando un puente en Asia y Europa. Anótalo ya en la lista de lugares a conocer antes de decir que “lo has visto todo”. Cuando me invitaron a conocerlo no consideré que descubriría un rincón al que quiero volver.

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