Equality
El mismo viaje, distinta visión: Las siete similitudes de la inmigración irregular
Cuando se trata de inmigración irregular, la diferencia que más pesa no es el método de entrada, sino cómo nosotros, desde nuestra cómoda posición, juzgamos a quienes cruzan nuestras fronteras.
Existe una paradoja fascinante en cómo tratamos a aquellos que llegan en patera desde África y a los que aterrizan en avión con sus maletas de marca. Ambos grupos comparten más similitudes de las que quisiéramos admitir, pero claro, nuestra visión se nubla ante ciertos detalles… como el dinero. Quienes migran de forma irregular tienen muchas cosas en común por mucho que nos empeñemos en verlo de diferente manera.
1. El deseo de una vida mejor
Tanto el que cruza el Atlántico en una embarcación precaria como el que aterriza en un aeropuerto comparte una motivación común: la búsqueda de una vida mejor. Pero claro, parece que los sueños vienen con etiquetas de precio. Si puedes pagar un billete de avión, tu sueño es respetable; si no, pues… es mejor que lo intentes nadando.
2. La irregularidad del estatus
No importa si llegan en patera o en avión, si deciden que España es su nuevo hogar sin pasar por la oficina de inmigración, ambos están fuera de la ley. Eso sí, si tienes una cuenta bancaria saludable, esa «irregularidad» es solo un pequeño detalle técnico. Al final, todo se arregla con un buen asesor fiscal, ¿no?
3. Contribución a la economía informal
Ambos grupos, con sus diferentes estilos, terminan inyectando dinero en la economía informal. Los primeros tal vez recojan fruta y verduras; los segundos, quizás inviertan en un apartamento vacacional. Al final del día, el dinero es dinero, aunque a algunos les guste más de dónde viene.
4. La invisibilidad
La vida de un inmigrante irregular, ya sea en detrás de una barra o detrás de una computadora en un loft minimalista, está marcada por la invisibilidad. Pero claro, es más fácil ignorar a quien recoge plátanos en la otra punta de la isla que a quien ocupa todos los pisos de tu edificio en alquiler vacacional. La invisibilidad parece que también tiene grados.
5. El riesgo personal
Riesgo, una palabra con muchas capas. Sí, los que vienen en patera juegan la ruleta rusa con sus vidas en alta mar, pero no nos olvidemos del «riesgo» de que te pillen con tu visa de turista vencida mientras tomas un mojito en una playa de lujo. Es un estrés diferente, claro, pero no menos importante… o al menos eso dicen.
6. El impacto en las comunidades locales
Ambos tipos de inmigración alteran el tejido social y cultural del lugar que les acoge. ¿Pero quién podría quejarse de los que traen sus costumbres, a veces algo ruidosas, desde África? Ah, claro, pero si un «nómada digital» infla los precios de los alquileres… eso es desarrollo.
7. El sueño de la integración
Independientemente de cómo llegaron, ambos grupos sueñan con ser aceptados. Uno aprendiendo el idioma y las costumbres, el otro encontrando el mejor café de especialidad en su nueva ciudad. Al final, todos buscan lo mismo: no ser «el otro». Pero, curiosamente, la cuenta bancaria también parece ser una parte esencial de ese proceso de integración.
La única diferencia: el dinero y nuestra percepción
Entonces, ¿por qué vemos a estos dos grupos de manera tan distinta? La respuesta es sencilla: el dinero y la apariencia. Si llegas con una visa de turista y te quedas, puedes convertirte en un expatriado con clase, alguien que «contribuye a la economía local». Si llegas en una patera, eres un problema a resolver. La diferencia no es más que un espejismo que refleja nuestras propias inseguridades y prejuicios.
Concluyamos con una reflexión: no importa cómo hayan llegado o cuánto dinero tengan, todos buscan lo mismo: una oportunidad para vivir mejor. Pero si sigues pensando que solo los «inversores extranjeros» son los buenos, tal vez sea hora de mirar más allá de la primera impresión. Porque la verdadera diferencia radica en nuestra percepción, no en la humanidad compartida de quienes cruzan nuestras fronteras en busca de un nuevo hogar.
