Blog

BIEN VIVE QUIEN BIEN HABITA
Servicios

BIEN VIVE QUIEN BIEN HABITA

Hay quien cree que violencia es solo lo que se ve en las noticias con luces de sirena. Pero hay otras formas. Invisibles. Cotidianas. Y muchas veces, silenciosas. Como esa que te arrincona en una vida que no elegiste del todo, pero que acabas sosteniendo a pulso porque alguien tiene que hacerlo.

Violencia es que el juzgado lleve desde febrero de 2022 sin responder a una reclamación sobre la manutención de tus hijas. Dos hijas. No familia numerosa, pero tampoco menos responsabilidades. Es esa espera que nunca es prioridad en la agenda judicial, pero que se acumula como deuda emocional y económica sobre los hombros de una mujer que ya bastante carga lleva.

Violencia es tener que explicar, una y otra vez, por qué te metiste donde no sabías lo que te iba a ocurrir y por qué no te fuiste en la primera bandera roja, o en la segunda o en la trigésimo quinta para que tu credibilidad no se vea dudosa mientras sigues respirando, aunque hayas estado muerta en vida.

Violencia es acudir cada día a una jornada de aislamiento, castigo con silencio, complicidad cobarde de quienes prefirieron callar para salvaguardar sus ingresos a fin de mes. Salir con la cabeza alta y la boca cerrada mientras tú tratas de no romperte.

Violencia es cruzarte cada dos días con alguien que te habla condescendientemente, o que ocupa un espacio más cercano del que le corresponde porque sonreíste. Violencia es tener que afrontar, aguantar, soportar y ocultar lo que no se ve porque si se ve te metes en un lío que es posible que le reste paz a tu vida. Tener salir corriendo. Violencia es que nadie crea lo que no vea porque buscan un morado en lugar de una mirada.

Y luego están las otras violencias. Las institucionales, las que no pegan pero abandonan. Las sociales, las que te juzgan desde todas las esquinas: para el casero, una madre sola con dos hijas es una posible ocupa; para una empresa, un potencial problema de absentismo; para la tribu de madres perfectas, una irresponsable que no llega; para otras, una supermadre que no debería querer dejar de serlo. Y para muchos… la sentencia final: “Te jodes, tú lo elegiste”.

¿Y sabes qué? A veces no es la muerte física. Es tristeza. Es agotamiento. Es vivir en modo supervivencia sin fecha de salida. Es pensar, aunque sea por un segundo, que sería más fácil dejarlo todo. Que el silencio total, ese del que no se vuelve, sería más piadoso que esta pelea constante con todo.

Eso también es violencia.

Y no hace falta que sea noticia para doler. Basta con vivirlo.

Por eso, en este 25N, no te pido que mires a las cifras. Te pido que mires a tu alrededor. Que escuches los silencios. Que prestes atención a las sonrisas forzadas. Que no llames drama a lo que es aguante. Y que no esperes a que una mujer te diga que no puede más para creerle.

Porque si no lo habitas, no lo entiendes.

Y si no lo entiendes, al menos no lo cuestiones.

Escribe un comentario